Dos Máscaras
Un relato escrito por VanHellsing
9/24/20245 min read


El joven, sentado en el diván de cuero color borgoña, observa con ojos llorosos a través de la ventana como el viento allí afuera, hace danzar montones de hojas color cobre, dejando claro que el otoño estaba dejando todo listo para darle el mando a un invierno que se anticipa severo e implacable.
— Doctor... Realmente no entiendo porque tengo estos sueños reiteradamente, últimamente no logro siquiera dormir una siesta, que estás imágenes invaden mi mente... —
— Entiendo muchacho, en estos sueños vividos sientes que no es tu persona quien obra, tienes la sensación de ser otra, y estás usando una de tus máscaras —
— Sí, exactamente —
— ¿Recuerdas de qué máscara se trata? —
— No doctor... —
— ¿Nunca observas tu reflejo frente al espejo? —
— No. He tratado de hacerlo, no tengo la capacidad de decidir mis acciones en estos sueños. A veces me encuentro en mi casa, a veces en mi patio, en una ocasión cerca de mi escuela... No tengo idea de cómo termino despertando en otros lugares —
El psiquiatra acaricia su barbilla, usando el pulgar y el índice de su mano izquierda; su mirada es compasiva y gélida a la vez.
No pestañeó durante varios segundos y sus ojos parecen dos sondas que analizan a través de las pupilas de su joven paciente.
— Hay casos de sonambulismo realmente extraños joven.... Quizás estemos frente a un caso particular y padeces una condición de sonambulismo muy rara. Tranquilo, todo tiene su solución. Puedo prepararle una receta de medicamentos a ver cómo progresas — dijo, pestañeando finalmente y acomodando sus gafas que se habían deslizado lentamente hacia el final de su tabique.
El chico gira su cabeza hacia el terapeuta. Su rostro comenzó a mostrar más ánimos. Es cómo dice el doctor "todo tiene su solución".
— Gracias doctor... Yo adoro las máscaras, y se acerca Halloween. Mis compañeros de clases insisten a qué asista a una fiesta que están organizando. Pero siento miedo últimamente, sobre todo porque en estos sueños suelo lastimar gravemente animales, a mis amigos, o hacer bromas de muy mal gusto, entre otras cosas que no quiero recordar... Además a veces ni siquiera puedo recordar lo que estoy soñando... — Confiesa el chico.
En su tono de voz se asoma el miedo y el alivio a la vez. Se estaba quitando ese extraño peso de encima, por algo que ha hecho solamente en sueños, pero que lo sentía tan inherente a la realidad que lo asustaba tremendamente.
— No hay mejor manera de vencer el miedo, que justamente hacerle frente — Soltó el médico sonriendo.
— Es más... ¿El viernes es noche de brujas, cierto? Ven a mi consultorio por la tarde, voy ayudarte a enfrentar este temor, al fin y al cabo.... Amas las máscaras, no es así? — Inquirió a su paciente.
Las máscaras siempre representaron a este particular joven de dieciséis años, tenía tantas que ya no recuerda la cantidad exacta que posee, algunas siquiera logra recordar en qué momento las adquirió.
— Bien entonces te veré el viernes por la tarde, todo va salir bien, ya verás —
***
Se avecina la noche de todos los santos, aquel anticipado equinoccio trae una brisa que roza ser gélida, y hojas cobrizas dibujan misteriosas formas en las calles y veredas.
En los suburbios, de un humilde vecindario, el cielo se cubre de grises y pesadas nubes y la casa de aquel extraño y solitario joven se cubría de sombras en diferentes ángulos e inflexiones.
El chico desde su última visita con su especialista sufrió muchas otras pesadillas vividas y desagradables.
Soñó ver a través de los agujeros de la desconocida máscara, estar empapado en sangre, jugar con vísceras aparentemente de un cadáver humano, de hecho era una matanza aquel escenario; se encontraba en la fiesta de Halloween y no era seguramente dulces lo que estaba recolectando, más bien eran entrañas, y una cuchilla enorme y cubierta de plasma humano.
No iba a ir a esa fiesta, pero por otro lado, el doctor tenía razón. Ya no podía más temerle a sus preciadas máscaras, estos terrores en sus sueños tenían que acabarse, sea cómo sea que hayan surgido dentro de su mente.
En su cuarto, observaba con angustia su colección de máscaras, sus texturas, sus colores, sus recuerdos. No hace mucho tiempo ansiaba saber cual iba agregar a su repertorio; ahora ya no sabe si lo que siente realmente es deshacerse de ellas.
Ya es viernes, treinta y uno de octubre, se acerca el horario de su cita con su especialista.
En camino, por las calles y las casas decoradas con calabazas y esqueletos, comenzó a cobrar vigor. Hacía varios meses que estaba en terapia, luego de un pequeño "accidente", y siente mucha confianza hacia el doctor.
Sonó el timbre del estudio, la voz del terapeuta sonó metálica a través del interlocutor:
— Pasa muchacho, te estaba esperando —
El chico subió las escaleras y abrió la puerta del consultorio, el doctor lo aguarda, asomando una enigmática sonrisa.
— Me alegra que hayas venido… ¿Por qué no me cuentas cómo estuvo tu semana? —
— La verdad es que no fue muy buena doctor, las pesadillas fueron constantes y se sienten cada vez más reales —
Las facciones del joven denotan un cocktail de sentimientos: miedo, tristeza, enojo, impotencia, distribuidos en dosis equilibradas.
— ¿Has tenido nuevamente episodios de sonambulismo? —
— No, por suerte. Pero durante las pesadillas, no me encontraba en mi casa —
— Te noto muy perturbado. Tranquilo, hoy voy a darte la receta para iniciar el tratamiento con psicofármacos. Pero antes intentemos solucionar este temor con las máscaras ¿Te parece? —
Sin apartar la vista del paciente, el doctor abre su cajón y extrajo dos máscaras antiguas desgastadas, de cuero marrón, deposita una sobre el escritorio, orientándola hacía el joven; quien impávido, sin saber cómo reaccionar, no podía controlar los temblores que lo achacaban. Esa máscara le generó una sensación de contemplar algo tan horrendo como familiar. Su boca tiembla cómo la de un infante a punto de romper en llanto.
La máscara presenta una enorme sonrisa con dientes desalineados y afilados como navajas. No se asemejaba a ningún personaje popular de cine o cuentos de terror, emana una sensación tan agobiante como indescriptible. Por su lado, el doctor sostenía una máscara gemela en su mano derecha; abrió otro cajón y sacó del mismo un metrónomo que apoyó despacio sobre su escritorio, y lo activó, dando comienzo a un incesante e hipnótico repiqueteo.
— Las máscaras son objetos muy interesantes ¿Nunca te preguntaste a ti mismo por qué te atraen tanto? ¿Que simplemente estas son las que revelan realmente nuestra identidad? —
El pobre chico era incapaz de moverse, el sonido del metrónomo lo estaba enajenando de todo lo que estaba ocurriendo.
— Bien, ahora vas a colocarte la máscara, y no vas a sentir temor alguno en usarla —
El paciente obedeció, sus ojos reflejan un extraño vacío; una mirada que ya no le pertenece a él, se llega a entrever una lágrima que cae suavemente de uno de sus ojos antes de que su rostro se oculte completamente por la siniestra máscara.
La infección dentro la mente del joven por parte del doctor finalmente culminó por completo.
— Ahora sí estás listo para esta noche… — anunció el alienista, colocándose la máscara gemela.
— Vamos a ser el alma de la fiesta —
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